domingo, 24 de enero de 2010

La culpa del hurto

Os contaré una historia: "Fui a tomar unas cañas con mis amigas. Dejé mi bolso, junto a los demás, en la barra. Obviamente, estaba pidiendo a gritos que me hurtaran, así que lo hicieron. Cuando me quise dar cuenta el bolso ya no estaba, ¡y todo por mi culpa! Porque soy una idiota y metí la pata dejando el bolso ahí, no me extraña que me lo quitaran..."
Si esta historia no os ha extrañado ni un poco, parad de leer porque no os va a gustar lo que voy a escribir.
Bien, ¿en qué mundo retorcido me hurtan el bolso y yo tengo la culpa? No claro, si ahora resulta que la ladrona tendría que denunciarme a mí por provocación.
Después de que me hayan quitado mis cosas, cosas a las que tenía mucho cariño, lo último que me apetece oír es "no te preocupes, todo el mundo mete la pata..." Tampoco me apetece oír a sabelotodos diciéndome los 1001 trucos para que no te roben el bolso. Esta clase de actitud me resulta incomprensible y, sobretodo, molesta.
Por suerte, en el momento del hurto tuve a mi alrededor a mis amigas. Amigas que pusieron a parir al ladrón, que se recorrieron todas las papeleras de alrededor por si acaso hubieran tirado el bolso y que hicieron absolutamente todo lo humanamente posible por arrancarme una sonrisa.
De los demás... Ya he dicho todo lo que tenía que decir.

0 comentarios:

Publicar un comentario