martes, 26 de febrero de 2013

Echo de menos...

Echo de menos mi antigua habitación, que era pequeña, pero era únicamente mía. No es que no me guste vivir en pareja y compartirlo todo, pero echo de menos el "mi" delante de las cosas. Ahora es "nuestra casa", "nuestro baño" y, sobre todo, "nuestra habitación". ¿Acaso seré egoísta? Quizá es que una pierde el sentido de independencia sin ese "mi" que indica que posees algo y que es sólo tuyo. Tampoco es que mi antigua habitación fuera gran cosa. Para empezar, estaba ubicada en casa de mis abuelos, cosa que mi abuela siempre me recordaba cuando irrumpía sin llamar en mi cuarto. Pero era mía, igual que todo lo que contenía. Nunca he vuelto a probar una cama tan cómoda como la que era mía, aunque fuera individual, ni he dormido tan bien como con aquellos nórdicos (que elegí yo sola y para mi disfrute). En mi habitación, cabían todos mis libros (los buenos y los no tan buenos), pero ahora la mitad de ellos cogen polvo en un trastero "porque hay que hacer concesiones". Echo de menos también mi mural de fotos, paredes y muebles cubiertos de fotos con todos los momentos y personas de mi vida, al que me quedaba mirando cuando estaba triste, me sentía sola o, simplemente, no podía dormir. Ahora, tengo casa de adulta (y serían 2 vidas a incluir) y un bonito marco digital que, si bien puede contener todos esos recuerdos, no me proporciona la poderosa sensación de conjunto de que todo tiene un sentido. Mi colección de paquetes de tabaco no tiene cabida en este "nuestro hogar", no porque él lo diga, sino porque yo misma me doy cuenta de que fuera de contexto pierden su sentido. Al menos, mi colección de vasos de chupito se salvó de la criba, ahora están encerrados en un expositor con cristal. Y la intimidad... No es que mi pareja esté mucho en casa, de hecho apenas le veo, pero la libertad de estar escribiendo durante una noche de insomnio (que ya no tengo tantas, pero aún así) sin un espectador silencioso, se perdió cuando me mudé. Sí, echo de menos mi habitación, que era mi santuario, mi lugar en el mundo (y únicamente mío). Pero, creo, que lo echo de menos como se extrañan los uniformes de colegio, las vacaciones en el pueblo (con aquella gente que sólo veías en verano), los cotilleos en la puerta del insti, los primeros amores... Lo echo de menos, sí. Pero porque ya pasó.