miércoles, 30 de diciembre de 2009

Expectativas

Ahí estaba yo, en el karaoke de siempre, rodeada de los amigos de mi madre. En ese momento mi madre estaba cantando y, como siempre, se hizo una especie de silencio reverencial. Summertime está hecha para ella, para esa voz tan negra que tiene, tan de jazz o blues. La canción avanza y ella sigue cantando, segura, sin desafinar ni por un instante, con fuerza... Y entonces la música termina. Todos aplauden entusiasmados y la felicitan mientras ella vuelve a nuestra mesa.
Todos sus amigos le dicen lo maravillosa que es, lo bien que canta, la voz tan preciosa que tiene... Y, de repente, por primera vez, me miran. "¿Tú también cantas?" "¿Lo haces tan bien como tu madre?" "Si has heredado aunque solo sea una pequeña parte de su voz has tenido suerte" Y siguen y siguen hasta que les digo que "sí, que yo canto pero mi voz es muy distinta a la de mi madre". Y no les miento, mi voz es delicada y aguda, más cristalina pero menos potente, y yo lo sé.
Por fin, ponen mi canción: Torn. Comienzo a cantar y siento que, esta vez, no tengo miedo ni complejos ni me importa qué dirán. Me crezco.
La canción acaba y vuelvo a la mesa donde se emitirá el veredicto. Uno de ellos me coge la cara con ambas manos y me dice: "Niña, eres digna hija de tu madre".
Y yo pensé: "¡¿QUÉ COÑO...?!

lunes, 28 de diciembre de 2009

Paga la buena intención

Pues aquí me presento una vez más y enferma para no variar. Quizá lo que escriba no tenga mucho sentido pero es lo que ocurre cuando tienes 39 de fiebre, que deliras un pelín. Parece ser que mi sistema inmune y yo estamos en plena guerra fría, será que no lo he mimado lo suficiente con actimeles y vitamina C a raudales.
Resulta que tengo la 6ª gripe (más o menos) desde septiembre y, como esto no es suficiente, se me ha mezclado con un maravilloso virus estomacal que me pegó mi novio el sábado. Porque claro, si mis anticuerpos son tan moñas que no pueden contra una gripe ligeramente mutada, no digamos como para exterminar 2 virus distintos...
Parece ser que es muy divertido verme moquear, con fiebre, ir al baño cada 10 min, estornudar (lo que provoca una intensificación de mi dolor abdominal), toser (que me hace querer arrancarme el estómago) y no comer (porque es obvio donde acaba toda la comida que ingiero). Ah! Y todo eso con un impresionante mono de tabaco... Porque dicho vicio me irrita la garganta y me suelta la tripa.
Mis L, Casei e Inmunitas deben de estar tomándose otro año sabático más, quizá haciendo una observación científica: cuánto aguanta un cuerpo antes de que ellos tengan que intervenir.
Todo esto viene porque el sábado cuidé a mi novio cuando se puso enfermo de un virus estomacal, obviamente no fui muy inteligente. Con el historial de mi sistema inmune debí salir corriendo en dirección opuesta, pero verlo ahí tan mono y malito hizo que mi primer instinto fuera quedarme cuidándole. En fin, como ya he dicho AHORA PAGA LA BUENA INTENCIÓN.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

La teoría del pañuelo mundial

Ayer salí a tomar unas cervezas con unas amigas a un pub irlandés. Entre unas cosas y otras, acabamos hablando de historias sexuales graciosas que causaban que estuviéramos muriéndonos de la risa y dando enérgicos golpes a la mesa. Entonces recordé que Ainhoa no había oído nunca la historia de cómo desvirgué (perdonadme la expresión) a mi ex N. (lo llamaré así por respeto), que es algo así como una de las historias sexuales más divertidas que os podáis imaginar. Solo diré que en esa historia estuvieron implicados elementos como slips de Goofy, el chico probando el preservativo de plátano para ver a qué sabía, un moco que me desconcentraba sin remedio... Y seguiría pero me parece que con eso os podéis hacer una idea.
Total, que ahí estábamos todas haciendo bromas sobre la historia, rojas de la risa, cuando me giro y... ¿a quién veo pasando justo a mi lado? ¡A N.! Fue totalmente surrealista. Grité su nombre para que se acercara, mientras nos dábamos codazos entre risas las unas a las otras (somos unas arpías pero...) Cuando se acercó, lo único que pude decir fue "justamente estaba contándoles a mis amigas una anécdota sobre ti" y rompí a reír a carcajadas. Al final, pude serenarme lo suficiente como para hablar con él, preguntarle por su vida y esas cosas pero mis amigas seguían susurrando y riendo por detrás (son malvadas pero yo las quiero). De hecho Ainhoa tenía lágrimas en los ojos de contener la risa.
El resto de la noche fue un batiburrillo de chistes al respecto.
Yo no puede evitar pensar que esa noche y de forma definitiva se había validado la "Teoría del pañuelo mundial". Así que ya, sin temor, puedo sembrar el axioma y decir: EL MUNDO ES UN PAÑUELO, JODER!!

martes, 22 de diciembre de 2009

¿Paranoia en el metro?

ODIO que la gente me mire fijamente en el metro... Me hace sentir taaaaaaaaaaaan incómoda que lo único que se me ocurre hacer es bajar la mirada. Sin embargo, cuando la bajo me siento como una cobarde por haberlo hecho, como si hubiera perdido en ese pequeño enfrentamiento de miradas. Es como cuando de pequeña jugabas a un serio y el primero que se reía, perdía. Ahora vas en el metro y, sin comerlo ni beberlo, te encuentras metida en un juego llamado "quien baje la mirada pierde".
Es algo que me resulta realmente incomprensible, esas personas que te miran sin reparos tan fijamente, sobretodo porque va contra nuestra propia naturaleza. En psicología social nos enseñan que el contacto visual directo con desconocidos no solo nos incomoda, sino que puede interpretarse incluso como una especie de amenaza. Esto es exactamente igual en el reino animal (lo de la amenaza, no sé si será igual en cuanto a la incomodidad)
El contacto visual se reserva para la gente con la que se tiene cierto grado de intimidad, cuanto más intenso el contacto, mayor grado de intimidad. Así que si alguna vez os habéis preguntado por qué desviáis la vista instintivamente cuando os dirigen una mirada de rayos x, no es porque seáis inseguros ni cobardes, es simplemente parte de nuestra naturaleza.
La conclusión: para evitarme problemas varios siempre llevo un libro con el que ocupar mi mirada.