miércoles, 15 de diciembre de 2010

Y llegó la paz

Pasados varios meses de guerra psicológica (que nada ha tenido que envidiarle a la Guerra Fría), por fin, llegó la paz. Las dos reinas decidimos sellar un duradero tratado de paz, cimentado sobre cocochas al pil-pil y mucho vino, en la cocina.
¿Os acordáis de Maika (cervatillo)? Pues resulta que decidió hablar conmigo, y yo que cuando bebo hablo más que nadie accedí.
Y las únicas dos preguntas que tenía para hacerme eran "¿te caigo mal?" y "¿por qué?". La respuesta era obvia, "sí", pero cuando quise responder a la segunda no tenía ni idea de qué decir exactamente. Es decir, es cierto que su personalidad choca con la mía pero tengo muchas amigas con las que me pasa exactamente lo mismo. Así que, ¿qué era lo que realmente hacía que no la soportara? Pues que la juzgué en base a los primeros 5 minutos que la conocí (cosa que no suelo hacer pero es que ese día hubiera odiado al mismísimo Ghandi, si me lo hubieran presentado), que una vez habló mal de alguien que me importa (y yo aproveché para arremeter contra ella así que supongo que estamos en paz), y... Bueno, llegué a la conclusión de que, si bien no es (ni será) mi persona favorita, lo que odio es cómo me trata. Y ella aseguraba que me trataba así por la forma en que la trataba yo.
En suma, que ambas somos gilipollas y podríamos haberles ahorrado mil dolores de cabeza a nuestros respectivos novios si hubiéramos hablado antes.
Y, ¿sabéis qué? Tras dar el tema por cerrado y firmar la paz (porque la mierda si se remueve,huele), estuvimos charlando sobre tonterías, sobre nuestros pasados, criticando a nuestros novios... Y de verdad me lo pasé bien.

1 comentarios:

Kobal dijo...

La paz es mejor que estar continuamente en un estado de guerra. Los nervios te lo agradecerán.

Publicar un comentario