miércoles, 12 de febrero de 2014

Desmemoriada

Se me olvidó...
Que, a pesar de los "yo te quiero más", "quiero verte a todas horas", "siempre te echo de menos" o los "cada día estoy mejor a tu lado", lo cierto es que no hay nada seguro entre nosotros.
Que siempre vivimos en el corto/medio plazo para evitar tus brotes sobre el compromiso.
Que soy la única a la que nunca le ofrecerás el sol, la luna y todo tu mundo.
Que toda la felicidad con la que fantaseo cuando estoy a tu lado, no son más que imaginaciones mías, delirios de una mente enamorada.
Que me has dicho una y mil veces que no hay promesa que quieras hacerme porque no existe promesa que quieras cumplir.
Se me olvidó, estúpida de mí, que los besos serán según tus condiciones, que no habrá un perro y un gato, que no compartiremos nuestras vidas, que nunca seremos "los Pease", que no conoceré a tu familia, ni habrá dos hijos por cuyos nombre nos peleemos...
El caso es que me lo has repetido una y otra vez, el caso es que no puedo decir que fuera una estafa emocional, pero entre unas cosas y otras (tus besos, tu olor, tus miradas, tus palabras) se me olvidó...
Se me olvidó, tonta de mí, que no tenemos futuro.

jueves, 9 de enero de 2014

Adicciones

No me canso de ti, ni siquiera un momento.
Estoy ávida de ti, quiero más, aunque sea un poco más, o un mucho más, lo quiero todo, lo quiero ya...

Malas costumbres

Aunque no quiera, pienso en ti todos los días.
Me pregunto cómo estarás, si estás comiendo bien, si de verdad ahora haces ejercicio, si estás preocupado por el trabajo, si estás enamorado, si eres feliz... Tengo el vicio de imaginar cómo será esa nueva vida en la que yo ya no tengo un papel protagonista, en la que otra persona ocupa el lugar que había sido por tanto tiempo mío. No es que me moleste esa usurpación, de hecho me parece que  no podría haber sido de otra forma ya que tú mismo has sido usurpado, sino que me pregunto si para ti, igual que para mí, es brutalmente distinto a lo de siempre. No peor (o mejor), únicamente tan radicalmente distinto que te deja descolocado, extrañamente sorprendido, como si, en realidad, sí hubiese existido siempre otra forma de tener una relación, de sentir, de hacer las cosas, que no fuera la nuestra.
Como decía, de forma inexorable mi mente se hace preguntas sobre ti y, de forma automática, busca pistas por nuestro antiguo hogar (ahora tuyo) cuando voy a ver a nuestro perro, para realizar conjeturas sobre tu existencia. Y es que, me basta un vistazo para saber si te has acostado tarde, si estás ansioso, si has tenido visita en casa, si has dormido en el sofá en vez de en la cama, si estás enfermo, si te apetece más leer o jugar a videojuegos, si esa semana estás caprichoso... Pequeños detalles que difícilmente pasan inadvertidos a quien tan bien te conoce.
No es que no haya intentado controlarlo, eliminar esos pensamientos automáticos, intrusivos, sobre ti, pero supongo que, después de tantos años protagonizando mi escenario mental, pensar en ti se ha convertido en un hábito muy difícil de romper.
Tú eres la vía neural automatizada que sigue mi cerebro, que todavía no es consciente de que ya no formas parte de mi vida.
Tú, cariño, eres como hacer la cama después de desayunar, como recogerme el pelo nada más levantarme, como pesarme, como morderme las uñas, como comprobar mis dientes en todos los espejos...
Tú, querido, eres costumbre.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Consecuencias

Ahí estaba yo, con el subidón del momento que acompaña a toda decisión importante, dispuesta a amputar todo aquello que me era conocido. Al fin y al cabo, la infección había llegado al punto en que nada era salvable y "cortar por lo sano" se hacía necesario, casi imperativo.
En mi ingenuidad, pensé que no tropezaría al faltarme aquello que se había convertido en el centro de mi mundo. No estaba maravillosa, como ya señalé, pero sí tenía esa euforia que aparece cuando activas el "modo tirar para delante" y mi consabida armadura vital que siempre me había mantenido a salvo del dolor.
Ahora, tengo lidiar con el equivalente al mal del miembro fantasma, que me recuerda constantemente aquello que he perdido (aunque no fuera bueno). Como quien hecha de menos la pierna que le cortaron a pesar de que no hacerlo le hubiera matado.
Este maldito muñón emocional pica, escuece y duele, e insiste en seguir infectándose, dejándome exhausta. Y la prótesis que elegí yo misma, lejos de valerme, aprieta o sobra, quedándose a ratos demasiado grande y a ratos demasiado pequeña, dificultando la adaptación a mi nueva situación vital. 
Y mi armadura? Ah, mi gran armadura invencible! Esa que ha amortiguado los golpes de mil vidas, esa que ha mantenido a salvo mi fragilidad y ha evitado tantas veces que me rompan los huesos. Esa que hace que todos me consideren una chica "brava", "dura"," irrompible" y, a veces, "insensible" y "borde". Esa que me ha valido mis mayores cumplidos y reproches. La última barrera entre el mundo y mi yo más auténtico. Esa armadura, está medio rota y apenas le queda la máscara, dejando expuestos todos mis puntos débiles. 
Así que, ahora lloro. Lloro, como no lo he hecho en toda mi vida, de forma incontrolada y por la mínima herida. Lloro ríos por todas las veces que no lo hice en el pasado. Sonreír y decir  "estoy bien" (a los demás y a mí misma) ya no es una estrategia de afrontamiento válida, porque mi armadura ya no esta ahí para cubrirme.
No obstante, no me arrepiento de las decisiones que me han llevado hasta aquí, eran las correctas. Y, en parte, el dolor viene de darme cuenta de ello.
Por eso, pienso en mi abuelo, y en cómo siempre me dice "cuando pienses que no puedes más, espera, y verás como siempre se puede".

miércoles, 14 de agosto de 2013

Estoy bien

"Estoy bien", es una de esas frases que, dichas frecuentemente, acaban por perder su sentido. Pero es que a veces no hay muchas más respuestas para la incesante pregunta "¿estás bien?", sobre todo cuando, en realidad, todos esperan que no lo estés (porque no deberías estarlo). Y, por eso, es una frase que repito una y otra vez últimamente mientras mis amigos ponen los ojos en blanco, completamente incrédulos.

No obstante, y lo diré únicamente una vez más, sí estoy bien. Ojo, no estoy estupenda, pletórica o maravillosamente, pero estoy aceptablemente bien. Está bien levantarme cada mañana sin más cuentas que rendir que las que me rindo a mí misma. Está bien volver a pensar en primera persona y recuperar el posesivo "mi". Está bien preocuparme únicamente por lo que yo quiero hacer y que las consecuencias de dichas decisiones me afecten sólo a mí. Está bien la sensación de libertad que me invade cada mañana. Está bien poder flirtear y sentirme capaz de desear de nuevo. Está bien tener nuevos retos y sentir que todo depende de mí y de lo que yo haga. Está bien poder escribir hasta altas horas de la noche. Está bien no tener que esperar más por nadie. Está bien marcar mi propio ritmo de vida. Está bien ser un poco egoísta y egocéntrica sin sentirme culpable. Está bien descubrir quién está realmente de mi lado y se preocupa por mí. Está bien sorprenderme porque hay personas en mi vida que, aunque no me lo esperaba en absoluto, han estado apoyándome y preocupándose por mí. Está bien salir y entrar cuando quiero. Está bien no tener más límite que el que yo misma me impongo. Está bien sentirme valiente. Está bien saber que soy capaz de afrontar cualquier cosa por mí misma. Está bien descubrir que no soy acomodada, que prefiero romper con todo lo que me es conocido a quedarme porque es lo más fácil. ¡Tantas cosas que están bien!

Sin embargo, no estoy estupenda, pletórica, ni maravillosamente... Porque tengo una sensación de vértigo en el estómago un segundo después de despertarme por la mañana y sentir esa libertad. Porque me da pánico haberme equivocado. Porque he perdido a mi perro, que es lo que más quiero en este mundo, y todavía no he aprendido a vivir con ello. Porque, en la distancia, no pasa un día que no me pregunte cómo estará. Porque me echo a llorar en el coche, sin previo aviso. Porque se me revuelve el alma cada vez que veo una foto nuestra. Porque tengo la horrible sensación de que jamás nadie me querrá así, ni estará dispuesto a darme tanto. Porque echo de menos dormirme mientras alguien me toca el pelo. Porque no volveré a probar tus platos. Porque personas que creía que eran amigos míos me han dado la espalda y fingen no verme si me los encuentro. Porque mi ropa está en bolsas y no tengo ni una cama propia. Porque cuando pienso en cómo he hecho las cosas, me odio a mí misma. Porque una cosa es no amarte y otra no quererte.

Así que, como se puede ver, lo comido por lo servido: "estoy bien"

martes, 25 de junio de 2013

Harta de soñar

Vale, todos tenemos sueños. Y no me refiero a metas y aspiraciones, sino a sueños en el sentido más onírico de la palabra. La mayoría de las veces, cuando nos despertamos por la mañana, no recordamos prácticamente nada de lo que hemos soñado durante la noche o, si recordamos algo, son retazos inconexos que no ocupan nuestra mente más allá de 5 minutos mientras nos lavamos los dientes a primera hora de la mañana (exceptuando pesadillas y sueños eróticos varios).
Sin embargo, en los últimos días, mis sueños se han descontrolado de tal forma y manera que cuando me despierto estoy tan agotada como cuando me acosté la noche anterior. Estoy tan cansada que estoy haciendo lo que no he hecho en toda mi existencia: dormir siesta. Y no una siesta de 15 minutos, como hace la gente normal con tiempo, sino siestas de pijama y orinal que me hacen sentir como si tirara la tarde a la basura.
No me importaría tanto si estos sueños tan asombrosamente vívidos tuvieran algún tipo de sentido para mí o siguieran una línea argumental aunque fuera mínimamente coherente (mucho pedir, lo sé). Pero no, son un batiburrillo de personas que no he visto ni en las que he pensado en mucho tiempo, personas de mi vida diaria, reacciones emocionales exageradas a eventos ridículos (y a la inversa), el chico de los ojos verdes (que, en realidad, es un habitual de mi vida nocturna), contextos basados en las series/realities que haya visto en el día mezclados con lugares familiares y conversaciones con dichos personajes carentes de todo sentido.  Todo absolutamente bizarro.
Me resulta realmente ofensivo que, con lo clara y directa que soy, mi subconsciente esté dando tantos rodeos para hacerme ver lo que sea que se me esté pasando por alto (o esté activamente ignorando). Y eso que, en general, se me suele dar bien relacionar el contenido de mis sueños con mi estado psicológico y emocional. No obstante, en este caso, no tengo ni idea de por dónde cogerlos. Supongo que sería más fácil si fueran de estos sueños que, como en las películas, se repiten una y otra vez hasta que el protagonista capta el mensaje y tiene una epifanía, pero no. Me imagino a mi  subconsciente como cuando se juega a las películas (donde la gente tiene que adivinar el título por la interpretación que realiza el otro del mismo), probando distintas formas de emitir el mensaje mientras piensa con frustración "esta chica es tonta, es obvio".
Pues bien, querido subconsciente, quiero mi epifanía y la quiero ya (alto y claro, si es posible), porque no es únicamente que esté exhausta cuando me despierto tras tus intensos, aunque fallidos, intentos de comunicación, sino que dicho cansancio no me permite analizar esas escenas que bien podrían haber ideado Luis Buñuel y Woody Allen colocados con psicotrópicos.
En suma, cuando quieras, ya sabes dónde encontrar a mi consciente, estaremos esperando.

sábado, 15 de junio de 2013

Algo se muere en el alma...

...cuando un amigo se va.
Si bien no de forma literal, la verdad es que es completamente cierto. Algo se apaga y te duele cuando sabes que vas a perder a alguien por razones ajenas a la propia relación, en este caso concreto por la distancia. 
No obstante, y a pesar de la tristeza, me quedo con lo buenos momentos vividos con esta persona y los atesoro para asegurarme de no perder ninguno dentro de mi olvidadizo cerebro. Me quedo con que fue la primera persona con la que hablé el primer día del máster (y la sensación de confianza que me dio), con su "Hele, mi bella", con nuestra forma de buscarnos allá donde fuésemos para cuidarnos mutuamente, con la forma en que nos hemos apoyado la una en la otra, con las largas conversaciones en nuestro rincón con dos copas de vino, con los cotilleos, con su forma de escucharme divagar durante horas sin perder la sonrisa (qué paciencia), con nuestra unión para desterrar a "la turbia", con el día estupendo en el parque de atracciones... Con todo.
Me siento tremendamente agradecida por haberla conocido y únicamente espero que nuestros caminos se vuelvan a encontrar pronto. 
Ay, Jime, cómo voy a echarte de menos...