miércoles, 13 de marzo de 2013

Ejercicio

A mí lo del ejercicio y hacer deporte no me ha gustado jamás, sobre todo porque siempre se me ha dado de pena y una le va cogiendo asco a aquello que se le da mal. Además de que se me de fatal, tiene componentes asociados del tipo "me elegían siempre la última en el cole para los deportes" que consiguen que mi concepto y expectativas respecto al ejercicio físico no hayan mejorado mucho con los años. Yo era más de las que se quedan leyendo en el patio en vez de jugar al pilla-pilla con los demás, no porque no quisiera jugar con los otros niños, sino porque no era capaz de pillar a nadie. A lo mejor estáis imaginando a una niña gordita (como suele ser), pero el caso es que no lo era, el problema es (como dice mi madre) que he salido a mi rama paterna de la familia que, además de unos bonitos ojos azules, me han regalado una tendencia natural a ser patosa y una capacidad física más bien inexistente. Por suerte, llegó la adolescencia y la clase de gimnasia dejó de ser una tortura absoluta ya que separaron chicos de chicas, y la mayoría de las chicas empezaron a fumar (disminuyendo drásticamente su interés por el deporte), lo que a mí me vino de perlas porque me servían de camuflaje con frases del tipo "ugh, otra vez gimnasia, yo paso, ¿nos vamos tras las gradas a fumarnos un cigarro?". Yo pensaba "Sí, GRACIAS" No obstante, mis nuevos hábitos de vida basados en cuidarme, exigían que hiciese algo de ejercicio(más allá de pasear al perro). Así que, con el regalo de Navidad de la familia, pagué 6 meses de gimnasio (en un alarde de optimismo y confianza en mí misma) y... Ha resultado que hasta me gusta. Lo cierto, es que el problema del ejercicio es que es el secreto a voces mejor guardado. Para aquellos que desde siempre lo han practicado, son evidentes los beneficios que proporciona. Pero aquí viene la cuestión, para los que nunca han hecho ejercicio, llegar a la parte de los beneficios es un salto de fe casi tan grande como ir a la iglesia (pero peor porque ir a la iglesia no duele). Los novatos entramos en un mundo (el gimnasio) donde el 85% de las personas están tan en forma (y no exagero nada)que podrían ser modelos de promoción del centro, es decir, que ya desde que pones un pie ahí te sientes como fuera de lugar, como pez en el monte. Además del hecho de que estas personas ya no sudan, no sé si es que sus glándulas sudoríparas se atrofiaron hace ya mucho de tanto usarlas, pero pueden estar ahí horas y, como mucho, les cae una atractiva gotita por la espalda (en plan sexy). El punto clave, sin embargo, lo que hace que la gente huya en dirección contraria del ejercicio, es el dolor que causa. Duele mucho y duele todo, durante días te duelen partes del cuerpo que no creías usar y tu vida cotidiana se convierte en una tortura. Yo todavía recuerdo el dolor de los abductores (los músculos que te permiten abrir y cerrar las piernas) cada vez que quería darme la vuelta en la cama (resulta que también se usan para eso) que hizo me despertara cada hora y media durante 3 noches seguidas. ¿Quién se expone a eso voluntariamente y repite? Hay que estar muy seguro de que merecerá la pena, y puesto que los resultados son todo menos inmediatos (o mínimamente a corto plazo), dudas. Como dudas, preguntas a los dioses del ejercicio (o el tío que está al lado en la elíptica) cuánto tiempo llevan haciendo ejercicio (por hacerte una idea del tiempo que tardarás) y te contesta "toda la vida". Bueno, pues ya llego tarde... A pesar de todo esto, y de haberme caído de la elíptica porque mi coordinación manos-pies es patética, y de sudar, y de estar tan roja que parezco un langostino, y de ir con pelos de loca, y de los dolores y contracturas... A pesar de todo, un día te vas a duchar, te miras en el espejo y descubres pequeños cambios en tu cuerpo, y es indescriptible el placer y el orgullo que eso te provoca. Y entonces lo entiendes todo.

1 comentarios:

Valeria dijo...

Ay, casi me convences, cuando me decida a ir al gym imprimiré esta entrada para no claudicar a los primeros días de tortura, xD. Saludos.

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