jueves, 18 de abril de 2013

Calma

Por fin, había conseguido ser como un pequeño estanque. Todo era absolutamente sereno en la superficie, lo cual era un reflejo de su tranquila y pacífica vida interior. Ni una perturbación en sus aguas, ni nada que las enturbiase. Por fin, la calma, un estado de aburrida felicidad donde sumirse y, simplemente, flotar. Y, de repente, una pequeña piedra que cae y provoca ondas concéntricas que se van expandiendo, agitando toda la superficie a su paso. Y, de repente, esas pequeñas ondas van creando un pequeño oleaje que revuelve el interior, que hace que la tierra del fondo (por tanto tiempo asentada) se rebele embarrándolo todo. Y, de repente, ya no existe la calma en su estanque, sino que todo se va revolviendo cada vez más. Y, como está en su naturaleza, lo odia. Y, como está en su naturaleza, le encanta.

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